13 enero 2011

"Jugando por una princesa"

Érase una vez un reino lejano, donde el rey hamburguesa tenía una hermosa princesa de ojos color avellana, rizos de chocolate, dientes de azúcar. El rey era amante de los juegos de todo tipo y de las hamburguesas y adoraba a su hija; sin embargo, le preocupaba que a pesar de su belleza rechazaba a todos los pretendientes.

Después de una cena familiar el rey conversó con la princesa, insistiéndole en salir con el príncipe del reino vecino. Su hija, aunque muy dulce y buena, tenía un lado fuerte y le contestó: "¿acaso no quieres lo mejor para mí? ¿Por qué he de conformarme si yo quiero a alguien muy especial, alguien bueno, sabio y talentoso como tú?"
Ante tal comentario el rey sólo pudo sonreír y darle la razón a su bella princesa; el príncipe vecino sería guapo, pero carecía de otras cualidades. Y así pasó una noche en vela, pero al cantar el amanecer se iluminó el cielo y llegó la inspiración: crearía una gran cuesta. Los finalistas tendrían la oportunidad de salir con la princesa, ya que ellos tendrían las cualidades que a ambos les importaban.

Así, con la tecnología del reino, creada por los mejores hechiceros, se fusionaron en el kinect.

Ese día decenas de hombres de diez reinos compitieron. Tuvieron que mostrar habilidades y hazañas para combatir dragones virtuales, mataron monstruos sólo con sus manos, batallaron hombre a hombre en deportes y peleas callejeras. Realmente sudaron por la princesa y sin ganar monedas, cual plomeros italianos. Tuvieron poderes por instantes y supieron cómo usarlos. Hubo también juegos para probar su inteligencia, incluso su destreza en la pista de baile.

La princesa veía con una gran sonrisa, y desde el primer instante supo quiénes serían los finalistas. Admiró al mejor jugador quien, a pesar de no ser el más fuerte físicamente, demostró talento, el nivel mas alto de inteligencia, carisma, bondad; era un hechicero del reino del norte.

Al terminar la cuesta el ganador fue este hechicero del norte, pero fue merecedor de la mano de la princesa ya que fue el único que con una sonrisa tierna y seductora le dijo: ¿quieres jugar?

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