14 mayo 2018

El príncipe y el mendigo

Érase una vez, un príncipe, el más jóven de 4 hermanos. Sus padres el rey y la reina eran el ejemplo del romance de todos los cuentos de hadas. Sin embargo, en el pasado de su padre, hubo una mujer a la que amó y cuyo corazón rompió. La ira, el resentimiento y el dolor, la llevaron a convertirse en la más fría pero poderosa hechicera que jamás existió. Cuando nuestro príncipe era un pequeño niño, la hechicera mató a su padre, víctima del dolor de la venganza, lanzó un hechizo sobre la bondadosa reina. A su huida, el pequeño príncipe, quien había presenciado todo, la persiguió, lanzándole inútilmente piedras ya que rebotaban en su escudo de energía. Al principio, la hechicera le tuvo lástima, a pesar de su frío corazón, en ocasiones se mostraba compasiva y piadosa. Al ver al pequeño príncipe, viva imagen de su padre, recobró la ira cegadora de la venganza. Pensó en salvar a cualquier otra joven que pudiera sufrir el mismo dolor que tuvo ella. Lanzó un poderoso hechizo de soledad sobre el pequeño príncipe. Al ser irreversible el daño que hizo en un pequeño niño, la culpa de la hechicera de su venganza la llevó a la muerte. El joven príncipe creció, pero la soledad se acumuló en su corazón. Siempre tenía a su familia, y a los sirvientes reales que jugaban con él, pero nada le quitaba esa sensación de soledad y el dolor le amargaba cada momento de falsa felicidad. La reina lo colmaba con juguetes, mascotas, cariño; pero la sonrisa del príncipe tenía un sabor a melancolía, y sus ojos, hermosos de un color verde claro que cambiaban constantemente de Toño como si no hayaran su lugar en el mundo. El príncipe tuvo más de 20 novias, ninguno llenaba ese vacío de soledad. Acudió con varios brujos y hechiceras, sin embargo nadie sabía la solución a su problema. Hasta que una anciana gitana, le dió una alternativa. Partiría en dos su corazón y duplicaría su cuerpo, sería un cambio temporal, pero si conseguía el verdadero amor, solo ese amor podría hacer permanente el cambio. Fue entonces que el príncipe, con la mitad del corazón completamente vacío, no era tan diferente al príncipe anterior, solo más melancolía y dolor, sin ningún esbozo de sonrisa. Y un mendigo, con medio corazón bondadoso, como había sido el del pequeño príncipe antes, y toda su familia puros, compasivos. El mendigo, sin nada de dinero, se dedicó a sentir, a apasionarse, por el arte, la música, recibía propinas por ello y con eso le alcanzaba para sobrevivir. Con su pureza de corazón fue un gran consejero, ayudaba a todo el pueblo, y sólo aceptaba una merienda de recompensa. Tenía una sonrisa, cual la ingenuidad de un pequeño príncipe, y sus ojos brillaban con una alegría única. El mendigo fue invitado a una boda del pueblo, y ahí conoció a una doncella, aprendiz de curandera. Él había ya visto muchas chicas, y recordaba aún a todas sus novias previas, pero había en esta jóven algo diferente y especial que lo hizo notarla. No era perfecta, no se comportaba como ninguna princesa, hablaba fuerte, amaba bailar, y siempre tenía una opinión que aportar. Por obra del destino comenzaron a hablar, y esa noche fue mágica para ambos. Pasaron días y días juntos, y el amor por el mendigo crecía en la curandera. Sin embargo, el mendigo solo tenía medio corazón, no tenía espacio para crecer más amor por ella. Ella, seguía siendo única, y es que tenía mucho poder interior, que ni ella sabía que tenía, y sólo usaba su don para curar a otros. Él, sin embargo, notaba su poder, intentaba convencerla de dejarlo crecer. Fueron felices juntos 4 cambios de luna, rieron, discutieron, conversaron horas y horas, días y días, sellaron su amor con un beso, con la esperanza de romper el hechizo. Al llegar de nuevo la luna nueva, cuando todo es oscuridad, el mendigo y el príncipe volvieron a ser uno sólo. Lo que NO predijo la anciana gitana, es que en esos cuatro cambios de luna, el corazón vacío del príncipe y el dolor aumentaron, porque siempre hay espacio para el vacío, pero el corazón del mendigo nunca se llenó, no hubo espacio. Así que, al quedar fusionados nuevamente, su corazón siguío medio lleno, y medio vacío, la soledad y la melancolía seguían en él. Así que la curandera despertó un día, para ver perdido a su mendigo, y se vió sola, con su poder, con el amor que le tuvo, sin poder usarlo para romper el hechizo. Tal vez, alguien más romperá el hechizo del príncipe, tal vez, lo que se necesita está dentro de él. Tal vez, la curandera use su corazón roto para la venganza como la hechicera, tal vez lo use para el bien y encuentre otro amor. Y tal vez se reencuentren. Tal vez no. Los finales toman más tiempo, que el que tiene a veces un narrador.

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